El Coaching, puede ayudarte a responder estas preguntas:
“Necesito un cambio en mi vida, pero no sé el qué”
“Sé que quiero cambiar esto, pero no sé por dónde empezar”
“Sé más lo que no quiero que lo que quiero”
“Siento que hace mucho que dejé de luchar por mis objetivos”
“A menuda empiezo algo pero lo dejo a medias”
¿Te resuena alguna de estas frases?
Si es así, te interesará conocer las claves para definir correctamente tus objetivos y cómo el Coaching puede ayudarte.
¿Qué es el Coaching?
El Coaching es una disciplina basada en un proceso de entrenamiento y aprendizaje, donde el Coach te acompaña a identificar el objetivo deseado y cómo alcanzarlo.
Durante el proceso, descubrirás cuáles son tus recursos personales para poder adquirir tu estado deseado, y con la ayuda del Coach planificarás el camino a seguir con acciones concretas que te permitirán, sí o sí, pasar a la práctica real en tu vida.
¿Y qué pasa si siento que no tengo esos recursos personales para alcanzar mi objetivo?
Pongamos un ejemplo:
Imaginemos que para alcanzar tu objetivo necesitas, entre otras cosas, tener paciencia y crees y te reafirmas en que eres una persona muy impaciente y eso te impide acercarte a tu meta.
Te propongo que pienses en alguna situación en tu vida en que hayas sido paciente o bien en algún aspecto en que sí lo seas.
¿Lo tienes?
Si en algún momento fuiste capaz de ser paciente el conocimiento de cómo serlo lo tienes y, por lo tanto, dispones de ese recurso personal. Con el acompañamiento profesional de un/a coach, descubrirás con el coaching todo tu potencial y cómo tomar el control de esos recursos para poderlos aplicar en lo que deseas.
Por lo tanto, el Coaching lo podemos utilizar para:
- Gestionar emociones
- Cambiar hábitos
- Mejorar la comunicación y las relaciones interpersonales
- Equilibrar vida personal y laboral
- Aclarar hacia dónde vas
- Potenciar y desarrollar habilidades personales
- Cambiar de empleo o mejorar en tu empleo actual
- Entre otras
Todo ello con 3 premisas fundamentales, para el coaching:
- Clarificar el objetivo
- Identificar los pasos a seguir
- Pasar a la acción
Expectativa y objetivo, una gran diferencia
A menudo, observo cómo una de las cosas que más inquietud genera en los pacientes es definir concretamente lo que quieren. Cuando definimos lo que queremos tomamos responsabilidad de ello, observamos la distancia que hay de nuestro yo de ahora a nuestro yo del futuro y en ocasiones nos juzgamos pensando, ¿por qué no estoy como quiero estar?
Lo primero que debemos conocer es la diferencia entre una expectativa y un objetivo.
Las expectativas son suposiciones centradas en el futuro, ya sean a corto o largo plazo. Éstas suelen venir acompañadas de visualizaciones, es decir, nos imaginamos cómo va a ser algo o alguien.
Por ejemplo:
Se incorpora un nuevo/a jefe/a al departamento y durante la primera semana se muestra amable y cercano conmigo.
Me alegra porque tenía ganas de tener un/a jefe/a con quien compartir y confiar, e imagino y me visualizo compartiéndole mis inquietudes, colaborando con él/ella en nuevos proyectos que me ilusionen e incluso, por qué no, siendo su mano derecha.
Avanzan las semanas y la relación profesional no va a más, no muestra interés por saber más de mí y cuando le comparto mis inquietudes no se posiciona.
¿Cuál es mi pensamiento?
“No es como esperaba; al principio todos se muestran amables, pero después nada les importa; no sé qué ha pasado para qué esté frío/a conmigo…”
No todas las visualizaciones son expectativas, únicamente aquellas en que le otorgamos la facultad a algo o alguien para mejorar algún aspecto nuestro. Visualizarnos logrando hitos o imaginando cómo van a ser las cosas es muy positivo siempre y cuando tengamos nosotros el control sobre ello, en el momento en que nos sumergimos demasiado nuestro inconsciente da por vivida esa situación imaginaria y, por lo tanto, cree no necesitar hacer nada para que así suceda. Pero cuando la realidad no acompaña, nuestro inconsciente no entiende por qué no ha sucedido y es cuando sentimos insatisfacción, frustración, decepción, miedo, rabia, odio, etc.
La primera opción es realizar atribuciones externas “él/ella no es como yo esperaba” y, a continuación, le damos rienda a nuestro yo más crítico “parece que nunca me salen bien las cosas”.
Una meta u objetivo se define como “Fin al que se dirigen las acciones o deseos de una persona”. Por lo tanto, es aquello que queremos lograr siendo conscientes de que en este momento no existe y que debemos recorrer un camino para llegar, pero, sobre todo, saber cómo tenemos que llegar.
Siguiendo el ejemplo anterior, ¿cómo sería la situación si cambiamos la expectativa por un objetivo?
Mi pensamiento:
El/la jefe/a parece que se muestra amable y cercano conmigo, me alegra, porque tal vez por fin consiga compartir y confiar en él/ella.
¿Qué puedo hacer para que confíe en mí? Seré cauteloso/a estos días para observar cómo se muestra y conocerle/a un poco más y así poder saber cómo acercarme.
¿Notáis la diferencia?
Observamos que ante un objetivo, no damos por hecho que vaya a producirse con la exactitud en que lo imaginamos y, en segundo lugar, tomamos consciencia de la responsabilidad que tenemos para lograrlo: el camino a seguir.
De este modo, podemos decir que una meta da enfoque y dirección y mantiene la motivación aun sabiendo que quizás en el trayecto haya algo que se tuerza y tengamos que llegar por otra vía, o bien haya que adaptar un nuevo objetivo o, incluso, que la meta en sí misma se transforme en todo el camino.
¡La importancia de adaptarse a los cambios y las circunstancias!
¿Qué se debe tener en cuenta para planificar correctamente?
Tal y como hemos comentado, definir lo que queremos es importante para poderle dar dirección y sentido al camino a seguir. El éxito para alcanzar una meta es su planificación:
¡Si planificamos mal estamos planificando fallar!
Ejercicio final, ¡pasa a la acción!
Aquí te dejamos algunas claves imprescindibles para definir y guiar tus objetivos:
- El objetivo, debe siempre formularse en positivo para conocer el camino por el que quieres ir y no del que quieres huir.
2. Escribe por qué es importante para ti lograr este objetivo: ¿qué impacto tendrá esta meta en tu vida? ¿y en la de tus seres queridos? ¿cómo te ayudará a crecer? Encontrarle el sentido a lo que quieres es importante para mantener tu motivación y fuerza.
3. ¿Cómo vas a lograrlo? Empieza con una lluvia de ideas y anota todo aquello que viene a tu cabeza, sin juzgar, sólo permítete fluir.
4. ¿Cuáles son tus limitantes? Tiempo, dinero, energía, lazos y compromisos personales y familiares, etc.
5. Con los “cómo” encima de la mesa y las limitaciones, viene el momento de filtrar, eliminar y reescribir tus opciones para llegar a tu objetivo, y quédate con todas aquellas que más se adapten a tu realidad.
6. Que tus avances sean medibles: para mantener la motivación y tomar consciencia de tus avances, es importante que tengas un método para medir tu distancia entre tu estado actual y tu estado deseado. Y no olvides celebrar todos tus logros para poder disfrutar del camino, no únicamente de la meta.
7. Toca decidir el cuándo: establece un límite de tiempo, pero recuerda ser realista.
8. ¡Pasa a la acción!
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